Las imágenes antárticas de la fotógrafa Andel Paulmann
La artista chilena, que expone de manera virtual imágenes de sus travesías antárticas, cuenta sobre su experiencia en el continente de hielo, su profunda relación con el paisaje y su labor como profesora: “Me encanta conectar a las personas con la naturaleza bajo la excusa de la fotografía”.
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El año 2015 viajó a la Antártica por primera vez. Iba a bordo de un crucero turístico, cuando en el paso Drake los agarró una fuerte tormenta. “El barco parecía cáscara de nuez balanceándose, todos los pasajeros iban refugiados y yo feliz en la cubierta observando cómo se movía el mar”, relata la diseñadora, fotógrafa y artista, Andel Paulmann (53).
La segunda ocasión fue en febrero del 2020, cuando la misma empresa turística le ofreció un cupo disponible tras la cancelación de unos turistas chinos debido a la aparición del contagioso virus que semanas después se transformaría en pandemia. 41 imágenes capturadas en estos dos viajes componen la muestra Antártica, el continente del agua, que puede visitarse de manera virtual en la plataforma de la Universidad Andrés Bello.
Andel se dedica principalmente a la fotografía de naturaleza. Hija del empresario Jurgen Paulmann -fundador de Sky Airline y hermano de Horst-, cuenta que creció en Temuco. Los fines de semana y las vacaciones las pasaban en la parcela de su abuelo materno en Villarrica.
“Mis papás nunca fueron aprensivos, por lo que pasamos mucho tiempo recorriendo la naturaleza junto a mis hermanos. Mi abuelo nos enseñaba sobre plantas nativas y sus usos. En invierno esquiábamos en el volcán Llaima, entre araucarias”, recuerda la fotógrafa. Tenía 11 años cuando viajó por tres meses a Alemania junto a su hermano mayor y tomó sus primeras imágenes de aves.
Más adelante pensó en estudiar arte, pero cuenta que no se atrevió a planteárselo a sus padres y finalmente optó por diseño. A diferencia de algunos de sus hermanos y primos, como Heike Paulmann, no se involucró en los negocios familiares.
Ya en la universidad, y por necesidades de la carrera, le regalaron su primera cámara réflex y, asegura, ahí se le abrió el mundo. “Pasaba horas fotografiando objetos, paisajes, haciendo retratos, y luego metida revelando en el cuarto oscuro. Salía de viaje con amigas y me quedaba pegada con el trípode y la cámara. Un vicio”, comenta risueña.
Luego de décadas trabajando como diseñadora, alrededor del 2011 y de manera paulatina, volvió a acercarse a la fotografía y tomó varios cursos para especializarse en naturaleza.
La Antártica siempre fue uno de sus anhelos. Cada tanto revisaba el precio de los pasajes, hasta que recibió la invitación del crucero para ir a trabajar como fotógrafa. Pero la primera vez tuvo que rechazarla, cuenta, porque se trataba de un viaje de 25 días y su entonces marido se opuso. Al poco tiempo, el 22 de septiembre de 2014, su padre murió. Al día siguiente Andel volvió a recibir esa invitación, y en esa oportunidad la mayor de sus cuatro hijas le recordó que se trataba de uno de sus mayores sueños. Aceptó.
“Ese tiempo fue muy difícil; mi matrimonio estaba mal, mi papá había enfermado de golpe y yo era muy unida a él. Entonces muchas de las cosas que yo deseaba comenzaron a suceder. Verdaderos regalos del cielo, fue bien mágico”.
Como si se tratase de una perfecta analogía, luego de la tormenta del Drake, la fotógrafa vio aparecer en el horizonte una inmensa franja blanca. “La Antártica supera toda expectativa. A mí siempre me ha cautivado la inmensidad del paisaje, y luego de una tormenta, que le agrega dramatismo, vas muy despierta navegando entre témpanos y apreciando una fauna marina muy rica”, describe.
Andel explica que en el continente blanco existe tal cuidado por la naturaleza que las especies nativas no le temen al hombre: “Los pingüinos se acercan a las personas. Es como el sueño al que uno aspira para todo el planeta. Una convivencia sana”. Agrega que tiene una conexión muy profunda con el agua y que de pequeña estuvo a punto de ahogarse en dos oportunidades, lo cual lejos de traumatizarla, generó en ella una conexión más fuerte con este elemento.
Hace un año, cuando el Covid-19 llegó a Chile, Andel también tuvo que cambiar sus planes, cancelar una excursión y transformar su curso de fotografía en uno virtual. “Finalmente fue maravilloso porque llegaron alumnos de otros países y regiones y fue muy enriquecedor compartir ese tiempo con ellos”, afirma.
Durante los meses de mayor confinamiento repasaron contenidos teóricos y realizaron ejercicios fotográficos desde sus ventanas o balcones. Una vez que hubo mayor libertad de movimiento los alumnos seguían mandando fotografías al grupo de WhatsApp, aunque el curso ya había acabado. “Me fascina enseñar, la verdad no sabía que me iba a gustar tanto. Uno vive la fotografía con mucha pasión y es muy bonito ver cómo evolucionan los alumnos. Me encanta conectar a las personas con la naturaleza bajo la excusa de la fotografía”, dice Andel, quien va informando sobre sus cursos en su Instagram, @andelpaulmann.
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La fotógrafa sostiene que la vida en la ciudad nos va endureciendo y que es importante mantener el contacto con la naturaleza para despertar valores positivos. Destaca que en su caso el goce no está puesto en obtener una buena imagen, sino en la experiencia misma.
“Cuando uno está cazando lugares, es como el que sube montañas y solo le interesa llegar a la cima. Aquí lo importante es todo. Lo maravilloso de esta profesión es que disfrutas cada momento, por la naturaleza y porque estás creando el presente. Eso resulta muy sanador”, afirma.
Además mantiene activa la cuenta @andelpaulmann_art donde publica dibujos, retratos y algunos afiches de sus años trabajando como diseñadora. “La fotografía toma prácticamente todo mi tiempo, pero tengo la idea de retomar la pintura porque las dos cosas me llenan”, asegura.